Día de relatos

Antes que nada, un millón de gracias

por vuestra participación,

a quienes han escrito y a quienes lo van a leer.

Ya llegó el día de los relatos.

Llegaron a mi correo tres estupendos trabajos,

los he numerado del 1 al 3, en el orden de llegada.

Los pongo en una sola entrada para darles la misma oportunidad.

Ya sabéis, tomaros un ratito, os digo, será muy agradable,

leéis los relatos, dejáis un comentario y ponéis:

voto por... (1, 2 o 3).

Tenéis tiempo de votar hasta el 30 de agosto,

el 31 haré el recuento, y así el día 1 de septiembre 

tendremos relato ganador, ¿qué os parece?

Relato nº 1

Como cada tarde

Como cada tarde espero tras la ventana el momento

mágico en el que el sol se despide tímidamente 

regalándome sus maravillosos colores y animándome 

a esperarlo al día siguiente como cada día y con ese 

juego que tenemos los días pasan, los dolores menguan 

y la vida sigue.

Relato nº 2

“Lavinia”

...Y una mañana llegó a aquella aldea un ermitaño. Pese a que fue bien recibido, no se prodigó demasiado los primeros días, preocupado únicamente por levantar su choza en la umbría del bosque. Sus ojos, apenas adivinados tras una enorme mata de pelo negro y una barba a la que no parecía dispuesto a prestar atención, lo observaron todo, recelosos, desde la atalaya de su casi uno noventa de estatura. Su fama había llegado antes que él. Quienes lo habían conocido contaban que, en sus alforjas, guardaba la respuesta a todas las preguntas. Bendecido con una mente prodigiosa, conocía los remedios que alivian los tormentos de la duda ajena. Peregrino infatigable y generoso jamás había escatimado respuestas ni alivios allí donde sus pasos le habían querido llevar. Dotado con un corazón ardiente, custodiaba en él la llama que alimentaría todas sus pasiones. Quienes se habían cruzado con él, no lo habían olvidado.

Lavinia había llegado la primavera anterior. Venía del norte, de un lugar donde ni los veranos resultaban cálidos, donde las tormentas asolaban los días y las noches y los vientos devoraban, donde el sol jamás vio la luz, donde la luna jamás abrió los ojos. Los pájaros hacía tiempo que no anidaban por allí, las risas de los niños, apenas esbozadas, sucumbían a la primera acometida de quien jamás les daría la más mínima oportunidad. Dotada con un corazón ingenuo, custodiaba en él la melodía del agua de los manantiales. Quienes se habían cruzado con ella sabían que añoraba el sosiego de un remanso que solo existía en su imaginación.

Y el bosque propició su encuentro. Él buscaba las ramas de fresno que avivarían su lumbre, ella la caricia del agua que ya gestaba una nueva primavera. Bastó un instante para que se reconocieran pero aún habría de pasar mucho tiempo para que ambos comprendieran por qué se habían encontrado. Sea como fuere, lo cierto es que, desde entonces, el bosque, siempre inhóspito para quienes se aventuraban a cruzarlo, los cobijó bajo su manto y en los días que siguieron, muchas tardes el sol se recostó entre las hojas, arrullado por el sonido de los cascabeles que ella siempre prendía de la cintura de su falda...

Relato nº 3

La lluvia me sorprendió

Cada día me sentaba en el mismo lugar, a orillas de aquel rio. Siempre iba allí porque me sentía a gusto, me ayudaba a relajarme.

Cogí mi libro y lo abrí por la página 52.

Cuando llevaba un rato leyendo, una gota cayó sobre sus páginas y seguidamente otra y otra…

Me levanté apresurado, - no quería mojarme-, y entre los matorrales, era difícil esconderse.

Miré al cielo. Su color era anaranjado, y curiosamente, brillaba el sol. Seguro que saldría el arcoíris –pensé-, aunque no iba a quedarme allí parado a comprobarlo, así que eché a correr y me refugié bajo el porche de una casita próxima.

Debieron de oírme llegar, por que inmediatamente se abrió la puerta y muy amablemente, me invitaron a pasar, era una chica de unos cuarenta años, alta, morena y delgada.

Me ofreció una toalla para secarme y una taza de te caliente, que yo, gustosamente, acepté.

Charlamos largo rato, mientras veíamos caer la lluvia a través de los cristales de un gran ventanal. 

Cuando paró, me levanté, le tendí mi mano y agradecí su hospitalidad, prometiéndole volver a visitarla cualquier tarde.

Al llegar a casa, pensé en lo ocurrido y deseé que las horas pasaran rápido, porque ya quería volver al lugar donde aquel día, la lluvia, me sorprendió.

Feliz lectura.

Me ha llegado un relato hoy,

que su autora me había enviado en Junio,

el 24 para ser más exactos,

lo voy a publicar y vosotr@s decidís

si entra o no en el sorteo.

Por mi si, pero lo que digáis,

no creo que le parezca mal a nuestra colaboradora.

Relato 4 (no entra en concurso)

Observé las golondrinas

Observé las golondrinas

en su vuelo rápido y ruidoso

y empecé a pensar en mi vida

en aquel atardecer hermoso

Mirando me quedé el cielo

con sus colores naranjas

en aquel horizonte de fuego

sobre un mar como la plata

Recordaba mi niñez

dentro de mi alegre barrio

en aquel atardecer

ya muy próximo al ocaso

En una rutina de gloria

sin altibajos mi infancia rememoro

quedando así en mi memoria

grabada con letras de oro

Y llegó un convulsivo momento

en el que tu cuerpo despierta

sin poderle poner freno

a la sabia naturaleza

se produjo un fuerte tornado

en mi organismo y cabeza

creando en mis allegados

alguna que otra aspereza

Pero sale el sol siempre

después de la tormenta

todo río vuelve a su cauce

y otra etapa en ti despierta

poco a poco en tu cabeza

se va produciendo la calma

y casi sin darte cuenta

se va sosegando el alma

Con la luz del amanecer

y el sol radiante del día

hoy en este atardecer

hago un repaso a mi vida

ya pasó mi niñez

y también mi juventud

y en este atardecer 

pienso en mi madurez

Es como tu sol, la vida

que despierta en la mañana

y que brilla durante el día

hasta que en la noche se apaga

y hoy en este atardecer

mi vida se ha sosegado

y mirando al infinito

respiro hondo el aire salado

No quiero cerrar los ojos ya,

no te escondas bello sol todavía

sé que la noche llegará

pero quiero disfrutar más del día